21 marzo 2006

La meditación y la oración


Se debe tener disposición interior a la oración; si no la tiene, la adquirirá venciéndose a si mismo a través de la perseverancia en sus ejercicios. En segundo lugar, debe aprender la técnica del ejercicio. Al ejecutar algun ejercicio pueden presentarse dos dificultades: la dificultad de expresión de las ideas, o la extrema verbosidad.
La tendencia al lenguaje excesivo puede indicar una imaginación exuberante, un caudal emotivo rico a flor de piel, una costumbre hacia las exteriorizaciones, un afán de dominio que oculte un complejo de inferioridad, o simplemente, el hábito de una charla vana e insulsa. Cuando se encuentre dificultad en la expresión generalmente hay que enseñar a exteriorizar las ideas.
Puede haber timidez o temor al ridículo, o sino una marcada introversión habitual que pone freno a cualquier exteriorización. Pero suele ocurrir que aunque se sepa decir las cosas, no se sabe qué decir y esto muestra la falta de conocimiento interior que tienen las almas.
La dificultad de expresión no indica una vida interior pobre. Muchas personas ocultan tras un hábito de silencio exterior verdaderos tesoros espirituales, aunque algunas sólo tienen una imaginación fantasiosa, un hábito morboso de mirarse continuamente a sí mismo, o volver infatigablemente, sin cesar, sobre sus propios problemas, sin salir de allí, de su autocompasión y sus lamentos.
Todas estas tendencias son expurgadas por el ejercicio de la meditación, y el conocimiento dado por la vida interior. El aprendizaje puede costar o no, pero al fin se consigue una técnica. A veces la técnica es la gran tabla de salvación; la nueva fachada que protege y desplaza nuevamente el centro del conflicto más hacia adentro, sostenida por el autoconvencimiento de haberlo enfrentado; y se vuelve a estar centrado en una falsa personalidad.
Algunos tienen necesidad de momentos a solas con el Dios de su corazón, independientemente de sus ejercicios, en los que su alma se sincera frente a su Corazón. Puede ser una descarga de la sensibilidad espiritual que no alcanza a ser controlada por el ejercicio, o también verdaderos llamados interiores. Pero puede ocurrir porque el ejercicio no sea expresión genuina del alma y sus necesidades fundamentales. Al limitarse a ser un pensamiento organizado y desarrollado ordenadamente, no trabaja con todas las fuerzas del alma.
Es bueno tener un conocimiento profundo del método, de los modos de pedir, de la forma de despertar la emotividad. Sin embargo, aún cuando se lo posea, es válido solamente para el ejercicio hablado, porque cuando se pasa al ejercicio mental puede venir la divagación, la pobreza de las imágenes y emociones, la aridez, el cansancio. Falta la fuerza persuasiva, sugestiva y magnética de la palabra hablada. Esta debe ser suplida por la fuerza interior del alma, que la conduce a la verdadera meditación.
La palabra crea el clima de la meditación según el matiz de la fuerza volcada en el ejercicio, hasta lograr a voluntad sentimientos profundos e intensos.
Cada ejercicio es una verdadera ciencia. Para obtener sus resultados no es imprescindible un estudio analítico exhaustivo del mismo, basta hacerlo metódicamente. Pero deben conocerlo aquellos que guían a las almas.
S. Bovisio
Eli

20 marzo 2006

El ser humano: el arquetipo


"Cuando queremos tener una representación del ser humano es siempre la imagen de su cuerpo físico la que surge ante todo en nuestra mente, y sin embargo, vemos con un poco de reflexión [que] no hace más que albergar y manifestar al verdadero ser, al espíritu que lo gobierna.

"Es posible quitar millones de células del cuerpo físico, por ejemplo al cortar uno de los miembros, sin que por ello la unidad de la conciencia sufra el menor daño. El hombre intelectual que hay en nosotros es por sí mismo independiente de los órganos que son tan sólo apoyos y medios para su comunicación.

"No es menos cierto, sin embargo, que en nuestro estado actual nuestros órganos físicos nos son muy útiles y a veces indispensables para podernos remontar al plano de acción espiritual y de comprensión. Sin esta base totalmente física, nuestras deducciones tendrían el carácter vago y místico de las especulaciones estrictamente metafísicas.

"Pero un análisis superficial sólo puede llevarnos a confundir al hombre intelectual con el hombre orgánico, o a suponer la voluntad como completamente solidaria de la marcha de los órganos.

"En forma análoga, al plantearse el tema de Dios, en la mayoría de los casos se llega a uno de los excesos que habremos de señalar a propósito del hombre.

"El conjunto de los seres y las cosas existentes alberga y manifiesta la divinidad, como el cuerpo físico del hombre alberga y manifiesta a su espíritu. Pretender considerar a Dios sin apoyarse en todas sus manifestaciones físicas es correr el riesgo de perderse en las nubes de la metafísica, esa región incomprensible para la mayoría de las inteligencias. Será, pues, basándonos en la constitución humana, por un lado, y en la del Universo, por otro, que podremos intentar tener una idea de Dios.

"En el hombre hemos visto un ser físico, o más bien orgánico, que funciona en forma maquinal, igual durante la vigilia que en el sueño. Por encima de este ser orgánico hemos considerado otro, el ser intelectual que entra en acción al despertar y se manifiesta casi exclusivamente durante el estado de vigilia.

"La parte orgánica del ser humano responde a la idea que nos hemos formado de la Naturaleza. Es la misma fe [ley] determinista y regular la que dirige la marcha del hombre orgánico y la del Universo, este último formado por órganos cósmicos en vez de órganos humanos.

"El ser intelectual en el hombre se parece, aunque de una manera elemental, a la idea que nos podemos forjar de Dios. Las correspondencias entre el hombre físico y el hombre intelectual nos dan luces sobre las correspondencias entre la Naturaleza y Dios, en igual forma como aquellas que existen entre el ser psíquico y el espíritu del hombre, pueden iluminarnos analógicamente sobre aquellas entre el hombre y Dios.

"Por consiguiente, ahora podemos afirmar en principio que, si nuestra analogía es válida, Dios se manifiesta a la vez a través de la Humanidad y la Naturaleza, obrando en conjunto sobre estos dos grandes principios cósmicos y gozando, sin embargo, de una existencia propia e independiente.

"Pero la Unidad Primera, así concebida, no puede intervenir en la acción de las leyes naturales, así como la Mente consciente humana no interviene, en estado normal, en el funcionamiento del corazón ni en el del hígado.

"El hombre es el único creador y juez de su destino. Es libre de obrar a su antojo en el radio de acción de su fatalidad, lo mismo que el viajero de un tren o un buque puede moverse como quiera dentro de su cabina o compartimento. Dios no puede entonces ser cómplice de los fallos humanos, como el conductor del tren o el capitán del barco no son responsables de los antojos o caprichos de los viajeros que conducen hacia su destino.

"Debemos, pues, a fin de evitar errores en lo sucesivo, distinguir el hecho de que Dios, tal como nos aparece a primera vista, es el conjunto de todo cuanto existe, al igual que el ser humano es el conjunto de todos los órganos y facultades perceptibles en un primer momento. Pero el verdadero hombre, el Espíritu, es distinto de sus cuerpos físico y astral, y de su ser psíquico, a los cuales comprende y domina. Por lo mismo el Dios-Unidad es distinto de la Naturaleza y de la Humanidad, a las cuales comprende y domina. Hablando en una forma simplista, la Naturaleza es el cuerpo de Dios y la Humanidad es la Vida de Dios, como en el hombre el cuerpo material es el cuerpo orgánico, y sus cuerpos astral y psíquico constituyen los principios vitales, siempre en referencia al hombre-orgánico, no al hombre-espíritu, quien, como ya hemos dicho, no usa de estos principios sino como un medio de manifestación.

"Por otra parte, no es menos cierto que el espíritu del hombre está estrechamente relacionado, a través de sus sentidos internos, con la más pequeña parcela de su organismo, y aunque no obre directamente sobre ella, ésta puede manifestarse al espíritu por medio del sufrimiento o dolor físico. En la misma forma, Dios está presente, mediata o inmediatamente, en todos los rincones de la creación. El está en cada uno de nosotros así como la conciencia humana está presente, actuando como receptora o motora en cada una de nuestras células.

"La naturaleza y el hombre obran entonces libremente, completamente influenciados por la acción divina que impulsa al universo hacia el progreso, sin intervenir despóticamente sobre las leyes de la naturaleza o los actos humanos, en forma similar al capitán del barco que dirige el navío hacia su destino previsto sin intervenir en los detalles de la maquinaria motriz (imagen de la naturaleza), ni tampoco en las ocupaciones de los pasajeros. El capitán dirige globalmente todo el sistema y no se ocupa de aquello que sucede en el interior de los camarotes. Sin embargo, su acción se ejercerá, aunque no de forma directa:

1. Sobre la maquinaria, a través del portavoz;
2. Sobre los pasajeros, mediante los reglamentos de a bordo redactados por el mismo.

"En cábala, se llama Padre el principio divino que actúa sobre la marcha general del universo (acción rectora); Hijo, el principio que obra sobre la humanidad, y el Espíritu Santo aquel que ejerce su influencia sobre la naturaleza. Estos términos místicos indican, pues expresiones diversas de la fuerza creadora universal.

"El Universo, concebido como un todo animado, está compuesto por tres principios, que son: la naturaleza, el hombre y Dios, o, para usar el lenguaje de los hermetistas, el Macrocosmos, el Microcosmos y el Arquetipo.

"Sobre estos temas de la teodicea, el ocultismo se identifica en general con las doctrinas cabalísticas. ... Dios es concebido como un ser completamente personal y distinto a su creación, en la que está presente, a la manera que el hombre está presente en su cuerpo, sin perder su unidad.

"Por lo mismo, Dios se encuentra en nosotros. Es allí, y no en una región situada más allá de las nubes, donde debemos buscarle y encontrarle."
G. Encausse

Eli

05 marzo 2006

Creación


En la creación del sol y de los siete planetas sagrados que componen nuestro sistema solar, nuestro Logos em­pleó materia impregnada de cualidades determinadas. Annie Besant, en su libro "Avatares" (que algunos de nosotros consideramos el más valioso de todos los que ha escrito por ser uno de los más sugestivos), afirma que “nuestro sistema solar está construido con materia ya existente, dotada de ciertas propiedades....". Por lo tan­to, se deduce que dicha materia contenía latente deter­minadas propiedades que fueron obligadas a manifestar­se de un modo peculiar, de acuerdo a la ley de Causa y Efecto, como sucede con todo en el universo.
Iniciación Humana y solar

Alice A. Bailey
Eli